La finca, ubicada en un espacio de gran valor ecológico, con muestras bien conservadas de cardonal-tabaibal, forma parte del paisaje protegido de Tafira (con categoría V, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza). Localizado en la zona de transición entre la franja basal y las medianías, este espacio pronto acogió un importante desarrollo agrícola. A la importancia de sus estructuras geomorfológicas y reductos de vegetación termófila se suma sus alto interés etnográfico.
El paisaje está integrado por un campo de volcanes con numerosos conos y malpaíses asociados a la erupción de Bandama, el mayor ejemplo de volcanismo reciente en el NE de la isla. Una de sus formaciones es la Sima de Jinámar, chimenea volcánica que quedó vacía al terminar la erupción, con 70 m. de profundidad accesible, la más larga del archipiélago. Además de su importancia geológica, está profundamente vinculada a la historia y literatura de nuestra isla.
En las inmediaciones se encuentra la Necrópolis de Jinámar, situada en la colada lávica que, procedente de la Montaña Rajada y la Sima de Jinámar, se extiende por el Barranco de los Cascajos. Estuvo formada tanto por túmulos de escorias volcánicas que cubrían las cistas, como por algunos solapones o pequeños tubos volcánicos utilizados como cuevas funerarias. En la actualidad se conserva una pequeña parte de la colada, con algunos restos de cistas y solapones funerarios.
La finca posee edificaciones catalogadas como bienes de interés en la Carta Etnográfica de Gran Canaria: almacenes y cuartos de apero en buen estado de conservación y un aljibe lavadero en fase de restauración. En los alrededores destaca el valor histórico de la Sima de Jinámar como escenario de diversos episodios dramáticos derivados de los primeros contactos entre aborígenes y europeos en el siglo XIV, y más tarde como resultado de enfrentamientos en la Guerra Civil española.